quinta-feira, 4 de novembro de 2010

AMALGAMA DE TIERRA Y HOMBRE


El Gaucho comenzó destacándose en las vaquerías, modo primitivo de aprovechamiento del ganado vacuno que, junto con el caballar, se multiplicó prodigiosamente desde la época en la cual unos pocos animales de ambas especies fueron traídos a estas latitudes. Para esa forma de cacería, consistente en desjarretear al animal con una filosa medialuna en la punta de una pica, el Gaucho necesitó del caballo e impuso un tipo de equitación muy singular. Entre 1550 y 1750 las vaquerías hicieron del descendiente del poblador venido de ultramar un experto domador y un jinete que obtenía los recursos para sustentar su vida "changando" por cuenta de los acopiadores de cuero y sebo, fuente, casi única, de nuestra riqueza de entonces. El Gaucho nació y se hizo "de a caballo" como autodidacta.

La lucha más prolongada que tuvo el Gaucho fué en el Desierto. Las tribus indígenas enfrentaron en guerra al colonizador con ferocidad sin treguas. El Gaucho tuvo que plantearla con la contundencia a que lo obligó la dura resistencia de las indiadas, que defendieron peleando palmo a palmo la posesión de la tierra en que se asentaban; así no tuvieran conciencia de límites, de propiedad, ni de nacionalidad.

Del primitivo poblador de estas tierras, además, el Gaucho recibió la herencia de saber soportar la soledad y las inclemencias del tiempo, procurarse el alimento, aguantar adversidad y luchar hasta el último aliento.
También debemos afirmar que el carácter trashumante le dio al Gaucho un sentido irrenunciable de la libertad.

Su sentido hospitalario hizo que el desembarcado que optaba por el interior de sudamérica encontrara allí un modelo de vida, sintiendo como propio ese suelo que se le ofrecía. Casi todas las etnias del mundo dieron su sangre para que el Gaucho de nuestros días, en un entrecruzamiento prolífico, produjera la fisonomía tan singular que lo distingue.

El Gaucho tiene sólidos principios. Confía en la palabra dada y es fiel a la amistad. Nunca es desertor de su condición. Es austero. Tiene concepto definido entre superior y subordinado. Cultiva sin alardes el patriotismo. Es ajeno al sectarismo político. Participa de las creaciones de la estética en sus artesanías, que aplica a su platería, en los tejidos, en los trenzados en cueros y trabajos en "aspa" y hueso. Maneja el idioma con propiedad y estilo en su lenguaje habitual, en sus relatos y en sus cuentos de fogón.

Es poeta y músico; autor, intérprete y bailarín. Respeta a la mujer; es sobrio y firme en el amor. Pero, por sobre todo, tiene y practica un código de honor y una conducta de vida a la que no concibe sin libertad. Y tiene algo que es propio de los seres de excepción: un estilo para moverse que implica estética, educación y respeto.

Siente el orgullo de ser quien es.

- COMODORO JUAN JOSÉ GÜIRALDES

ESCUCHE OMAR MORENO PALACIOS DESCRIBIENDO EL GAUCHO

sábado, 30 de outubro de 2010

Nunca se sabe dónde terminan los caminos y dónde comienzan las bagualas.


Nunca se sabe dónde terminan los caminos y dónde comienzan las bagualas.

 
Porque son caminos también, esos rumbos del canto montañés que el hombre busca, o halla, y sigue por ellos, noche adentro y sueño arriba.
La marcha de la mula, heroica bestia del Ande, tiene un ritmo que anda buscando un canto.

Entonces el hombre madura sus silencios para parir la copla. Y la copla sale. Se hamaca en el viento, se orienta, y se larga cuesta arriba, buscando no sé que estrella para hacerla comprender las viejas angustias del pueblo y el desesperado anhelo del hombre.

De día no nace la copla. El canto es cosa que pertenece al río y al pajonal, y al pájaro, y al aire limpio.
De noche es otra cosa. La sombra emponcha los cerros. Sólo queda, apenas blanqueando sobre el pedregal, la cinta infinita del camino.

Cuando la noche le ha robado el paisaje de afuera, el hombre se anima a abrir la ventana de su otro mundo.
Es entonces cuando escapa, asustada paloma, la copla del arriero montañés.


Cuando el hombre salió por la montaña, anduvo caminos en la tierra que lo llevaron lejos. Trabajó, vio vacunos, ovejas, cercos, pastizales, bañados, potreros. Anduvo caminos...
Cuando regresa ya no ve el camino. No precisa verlo.
Tiene confianza en su mula. Y el hombre encuentra a los otros caminos, menos ásperos a veces, porque hay un juego nostálgico y una espuma lírica que le alivianan esa marcha azul de sus cantares.


Y "la baguala" se presenta en la noche, y se adueña del cerro. El canto de la baguala domina la voz de los ríos y el estremecimiento del pajonal. Pero la copla, tierna o brava, rebelada o preñada de saudades, duele, hiere, con ese puñal de verdades angustiosas y de silencios malos y lindos que el hombre junta en la tierra. Por eso es que están en ese minuto alto, en la noche y en el cerro, unidos los caminos y las bagualas. Unidos, consubstanciados, dentro de ese tambor extraño y tenaz que es el corazón del indio. Por eso, nunca se sabe dónde terminan los caminos y dónde comienzan las bagualas.


- BAGUALAS Y CAMINOS - ATAHUALPA YUPANQUI


Escuche la historia de la Baguala de Amaicha por Atahualpa Yupanqui